viernes, 3 octubre, 2025
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El salvataje y lo que dejaron las fotos de la infamia con Trump y Netanyahu

De un lado, un equipo desesperado. Javier Milei y “Toto” Caputo ya habían sido rescatados en abril por el FMI, cuando su plan se encaminaba hacia el abismo. Pero no alcanzó. Ahora, faltaban tan solo 34 días para las elecciones de octubre y, si no había un golpe de timón urgente, se los iban a llevar puestos. Después de los escándalos de corrupción. De la paliza del 7 de septiembre. De las derrotas en el Congreso, que eran los triunfos de las calles. El dólar y el riesgo país estaban a punto de darles la estocada final, y ellos sabían que hubiera sido completamente irreversible.

Del otro lado, fumando tranquilo, el hombre esperaba. Scott Bessent se tomó su tiempo, con la tranquilidad de quien está en el manejo de la situación. Esperó hasta las 9:46 hs, horario argentino, para tuitear. En los dedos del funcionario del Tesoro estadounidense estaba el gesto que los “mercados” esperaban para saber si ese lunes a partir de las 10 de la mañana arrancaría otro día fatal para Javier Milei o si el presidente argentino tendría una sobrevida más.

Hubo alargue. Las palabras mágicas que festejaron ese día los agentes del capital financiero decían que “Argentina es un aliado sistémicamente importante de Estados Unidos en América Latina, y el Tesoro de Estados Unidos está dispuesto a hacer lo que sea necesario dentro de su mandato para apoyar a Argentina. Todas las opciones de estabilización están sobre la mesa”.

Aquel anuncio, de emergencia, olía mucho a improvisación. Por su falta de precisiones. Por sus tiempos. En los días siguientes, algunas cosas se aclararon, otras no. Cuando Milei el martes se fue de la reunión con Trump apenas con un tuit en formato gigante, el asunto se prestó para el meme. Hasta que Scott Bessent, finalmente, se dedicó el miércoles a tratar de decir algo más. Comunicó que “el Tesoro está negociando actualmente con las autoridades argentinas una línea swap de 20.000 millones de dólares con el Banco Central” y que estaban listos para comprar bonos argentinos u otorgar un crédito stand-by a través del Fondo de Estabilización Cambiaria.

Los “mercados” festejaron, pero lo cierto también es que el largo tuit de Bessent del miércoles contenía mensajes contradictorios y, posiblemente, envenenados. Junto con aquellas afirmaciones para intentar llevar tranquilidad de que Argentina no irá en los próximos meses hacia el default, también incluyó afirmaciones que hacen presumir que todo lo sólido puede desvanecerse en el aire si el gobierno de Javier Milei sufre otra gran derrota electoral el 26 de octubre que vuelva a poner en agenda que un gobierno débil no puede gestionar la devaluación, los ajustes y las reformas estructurales. Bessent afirmó que trabajará con el gobierno argentino para el pago de las deudas “inmediatamente después de las elecciones” y que ha “estado en contacto con numerosas empresas estadounidenses que planean realizar importantes inversiones extranjeras directas en Argentina en múltiples sectores en caso de un resultado electoral positivo”.

Es por eso que, por estas horas, no son pocos quienes analizan los gestos políticos de esta semana como un “shock de confianza”, es decir, que las declaraciones de Trump y de Bessent actuaron dentro de la teoría de John Pierpont Morgan: que no hace falta que la ayuda se concrete, sino que solo con las declaraciones es suficiente para que el mercado voluntariamente salga a comprar activos financieros argentinos y permita bajar el riesgo país al rango que facilite la colocación voluntaria de deuda.

En el cortísimo plazo, este accionar fue complementado con la baja temporal de retenciones que logró la liquidación por más de 7000 millones de dólares en solo tres días. Una cosa no podría haber funcionado sin la otra: si Estados Unidos no intervenía y el dólar seguía subiendo, los especuladores de siempre hubieran esperado para vender sus granos con un valor más alto de la divisa norteamericana más adelante. Posiblemente, un acuerdo entre el gobierno y las cerealeras (con información privilegiada), actuó por detrás de la escena. Aún así, el cortoplacismo permanente de Caputo (los dólares que tiene así hoy son los que no tendrá mañana) generó un nuevo conflicto: el de los propietarios del campo que denuncian que todo el negociado se lo quedaron un puñado de cerealeras exportadoras. Si el gobierno quería también con esto mejorar su base electoral en las zonas rurales, le ha surgido una nueva contradicción.

Claro que todo esto puede ser un plan de corto plazo y que un mal resultado electoral el 26 de octubre, vuelva a poner todas las fragilidades sobre la mesa, como hacen temer los crítpicos mensajes de Bessent. Esto lo advierten no solo numerosas publicaciones del capital financiero internacional sino también incluso ex altas funcionarias del FMI como Gita Gopinath, quien enfatizó este miércoles que el esquema cambiario de Milei y Caputo está terminado y que, junto con reformas estructurales, será necesaria una nueva devaluación para avanzar hacia un esquema que permita la acumulación de reservas para el pago de la deuda. Argentina, si algo tiene, es memoria: por más impacto que generen las cifras multimillonarias, nadie olvida que a Mauricio Macri el FMI le dio el préstamo más grande de su historia y ese gobierno terminó derrotado políticamente en el medio de devaluaciones y crisis cambiarias. Más atrás en el tiempo, los fabulosos «blindaje» y «megacanje» que le dieron a Fernando de la Rúa terminaron en la crisis de diciembre de 2001. Los montos abultados lo único que garantizan es la fuga de capitales y el saqueo del país.

De momento, entonces, el gobierno, lo que ha conseguido es funcionar con respirador artificial. Después del 26 de octubre -si no hay turbulencias antes- será un barajar y dar de nuevo, pero con un gobierno muchísimo más arrastrado y dependiente de Donald Trump. La partida que esta semana ganó La Libertad Avanza (prácticamente evitar la caída del gobierno) se dio en el ámbito de ganar calma en los mercados, pero nada está dicho respecto de que con esto logre revertir las causas estructurales que lo llevaron a su derrota del 7 de septiembre y que amenazan repetirse el 26 de octubre: corrupción, deslegitimación, recortes impopulares, recesión, caída del consumo, represión y métodos autoritarios, violencia y discursos de odio contra las mujeres y la diversidad sexual (que este miércoles estalló en la bronca contra el triple femicidio). Que el árbol no tape el bosque, porque quizás, antes de lo previsto, todo eso vuelva a estar sobre la mesa.

Asimismo, el desmesurado incremento de la dependencia respecto de Estados Unidos, que básicamente tiene a un click de distancia la posibilidad de hacer caer el gobierno si quisiera, tiene también enormes implicancias geopolíticas.

El interés del presidente republicano por Argentina no es un tema en sí mismo, sino que se inscribe dentro del marco de la política de alianzas de las ultraderechas a nivel internacional y de usar a Javier Milei como su peón en la región, en el contexto de una disputa de muchísimo más alcance, que es el enfrentamiento con China por la predominancia mundial.

Con nulo disimulo lo han expresado explícitamente en los últimos meses el nuevo embajador designado por Trump, Peter Lamelas, y desde hace unos años la militar ex jefa del Comando Sur Laura Richardson. Ambos manifestaron, en declaraciones de carácter verdaderamente colonial, su interés en la región contra China y su ambición por apropiarse de los bienes comunes naturales como el litio, entre otros, así como por la intención de cortar los lazos políticos, comerciales y militares con la potencia asiática. Aún así, el rescate actual a Argentina ha despertado mucho debate y oposición interna en los propios Estados Unidos.

La ahora extremada dependencia de Milei sobre Estados Unidos refuerza esto hasta niveles cada vez más inauditos, dado que el margen de maniobra de Javier Milei (suponiendo que lo quisiera) tiende a cero. Sin embargo, el lado más oscuro de la ubicación geopolítica del presidente argentino tiene que ver con la nefasta foto que tuvo lugar este jueves en Estados Unidos entre Milei y el mayor genocida de nuestro tiempo: Benjamin Netanyahu.

En el marco del cada vez mayor aislamiento del Estado de Israel en el mundo, y de luchas y movilizaciones históricas contra la masacre que está perpetrando, como las vistas en Italia durante los últimos días, el presidente argentino, junto con Trump, son prácticamente los únicos que apoyan al mandatario israelí.

No en nuestro nombre. Hoy existe una batalla de honor que consiste en hacerle saber al mundo entero que el pueblo argentino no está con Milei y con el genocida Netanyahu, sino con el pueblo palestino que resiste y con los que se movilizan en cada rincón del planeta contra el genocidio.

La izquierda, desde aquella valiente declaración de Myriam Bregman en el debate presidencial de 2023 que en soledad, contra todos los otros candidatos, declaró su apoyo al pueblo palestino, se ha puesto al hombro la tarea de hacer resonar la denuncia de las decenas de miles de asesinatos, destrucción y muerte que genera el Estado de Israel. Lo mismo han hecho Nicolás del Caño, Christian Castillo y Alejandro Vilca en el Congreso Nacional, así como cada militante en su lugar de militancia y Vanina Biasi y Alejandro Bodart, perseguidos por denunciar la masacre sionista.

Pero hoy eso no alcanza, sino que hay que redoblar los esfuerzos. Es necesario llevar las banderas antiimperialistas a cada barrio, a cada lugar de trabajo o de estudio, para levantar a las grandes mayorías de nuestro país contra la dominación imperialista, que se manifiesta en la dependencia, saqueo y crisis que empobrece a las mayorías populares, pero también en el apoyo de Milei al peor genocidio de nuestro tiempo. No luchar codo a codo con el pueblo palestino sería hoy como no pelear contra los nazis en el siglo XX.

Sin embargo, esta pelea no es solo contra Milei, sino también contra sus cómplices o contra quienes miran para otro lado. La dirigencia del peronismo -incluyendo a sus cúpulas sindicales que vienen sostiendo el ajuste de La Libertad Avanza– se niega a romper con el FMI y con la dominación del capital financiero para asumir el único camino soberano posible. Pide esperar a 2027 para cuando ya Milei haya arrasado con todo, y encima para hacer luego en un futuro gobierno lo mismo que ya hizo el Frente de Todos: ser cobarde ante el poder económico y ajustar a las mayorías, como se ha visto en la convalidación que hizo en su gobierno anterior de la deuda ilegal que había tomado Macri.

Pero así como eso es cierto, también lo es que la dirigencia del peronismo se ha constituido como un obstáculo de silencio y complicidad frente al genocidio en Gaza, boicoteando las marchas, no saliendo a las calles y negándose a decir nada más que alguna que otra declaración aislada y sin trascendencia, por no mencionar a los amigos de Israel como Leandro Santoro o Guillermo Moreno, entre otros.

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Hoy es más urgente que nunca un cambio de rumbo. Romper ya con todas las ataduras al imperialismo. Por el destino de las grandes mayorías en nuestro país, pero también para ser parte de las luchas de los pueblos oprimidos del mundo contras los dramas de nuestro tiempo. Las históricas movilizaciones de masas en Italia y la Flotilla Global Sumud, marcan un camino al cual unirse.

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