Jesús Centeno
Pekín, 1 nov (EFE).- China observa impasible las elecciones presidenciales estadounidenses que se celebran el martes: gane Donald Trump o gane Kamala Harris, el gigante asiático cree que Washington mantendrá una política de «contención» hacia Pekín con nuevas restricciones en el plano tecnológico y el comercial.
«Para China, Trump o Harris son dos caminos hacia el mismo precipicio. Trump es impredecible, pero es transaccional. Harris seguirá la política de Joe Biden, que ha sido venenosa para la relación bilateral», señala a EFE el analista político Einar Tangen, del Instituto Taihe, un ‘think tank’ fundado en 2013 en Pekín.
Según el académico, «es muy difícil negociar con alguien para quien todo lo que haga o deje de hacer China es hostil», frase que vale «para ambos candidatos» porque «no es probable que Pekín se encuentre a estas alturas con una administración favorable».
Tangen recuerda los rifirrafes de la era Biden y asegura que en la industria estadounidense hay voces críticas sobre las regulaciones de su Gobierno para prohibir la venta e importación de vehículos fabricados con tecnología china o las restricciones a las exportaciones a China de semiconductores y otra tecnología clave.
«Obstáculos», a juicio del académico, para «impedir que el gigante asiático avance» en su apuesta por la innovación en sectores como la inteligencia artificial donde aspira a posicionarse a la vanguardia global, «algo que Washington no está dispuesto a permitir».
Mientras, la Administración Biden ha acusado a China de «prácticas comerciales desleales» al entrar en mercados estratégicos como las energías renovables, baterías o coches eléctricos con precios muy por debajo del mercado y con sobreproducción.
«Usan conceptos como la seguridad nacional y el exceso de capacidad como excusa, pero son simple y llanamente medidas proteccionistas», anota Tangen, para quien EE. UU. es «un imperio que lleva siglos en el corazón de todos los conflictos».
China, «la gran amenaza»
Similar opinión tiene Ding Yigan, exsubdirector del Instituto de Estudios sobre Desarrollo del Ejecutivo chino: «No importa quién gane estas elecciones porque las élites políticas estadounidenses coinciden en que China es su gran amenaza a largo plazo».
«Tienen miedo del ascenso de China. Pero China lo que quiere es más comercio, más logística, más intercambios, no es un imperio basado en la expansión», argumenta.
Ding rememora que Trump fue el primero en «querer demostrar su poder con unos aranceles alejados de la realidad, obviando que las dos economías están estrechamente entrelazadas y que el ‘desacople’ es un imposible».
En 2018, tras llegar al poder, Trump impuso varias tandas de tarifas a productos chinos por valor de unos 370.000 millones de dólares anuales, unas tres cuartas partes de las exportaciones del país asiático, a lo que Pekín respondió con represalias contra las exportaciones estadounidenses.
Los dos países firmaron una tregua parcial en enero de 2020: China se comprometió a aumentar sus compras de bienes estadounidenses en unos 200.000 millones de dólares en dos años -respecto a los niveles de 2017-, pero Washington afirma que Pekín incumplió el pacto.
Según Ding, la guerra comercial solo hizo elevar los precios de los bienes importados para los consumidores estadounidenses y creó problemas a agricultores y fabricantes del país norteamericano. Para China supuso menos inversión foránea y una ralentización de su actividad manufacturera, si bien «hizo que sus empresas apostaran por la autosuficiencia» para sortear los bloqueos.
En la campaña de este año, Trump ha asegurado que aplicará tasas de hasta el 60 % a los bienes chinos -con vistas a una posible nueva negociación comercial-, mientras Harris ha dicho que apoyará aranceles para ciertos sectores estratégicos, con tarifas del 100 % para los eléctricos y del 50 % para los paneles solares.
Una nueva guerra comercial podría aumentar la inflación en Estados Unidos, reducir su crecimiento y desestabilizar aún más los mercados globales, según Jan Hatzius, economista jefe de Goldman Sachs. Los aranceles de Harris, más específicos, serían «menos perjudiciales económicamente pero también menos efectivos».
A esto habría que sumarle las represalias que tome Pekín contra las empresas estadounidenses que operan en China o sobre las exportaciones de materiales críticos: en mayo, el ministro de Exteriores, Wang Yi, calificó los aranceles de Biden como un «caso típico de hegemonismo» que «raya la locura» y acusó a Washington de haber «perdido la razón para garantizar su supremacía».
Los portavoces chinos han reiterado que no comentarán sobre las elecciones estadounidenses porque «Pekín no interfiere en asuntos internos de otros países», aunque medios como ‘The Washington Post’ han denunciado que piratas informáticos afiliados a China interceptaron llamadas telefónicas de un asesor de campaña de Trump para recopilar información e influir en los votantes. EFE
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