El presunto doble suicidio entre un príncipe europeo y una humilde baronesa, ocurrido hace más de 135 años, lleva mucho tiempo envuelto en el misterio: ¿realmente fue un pacto entre dos amantes o se trató de una conspiración política?
La historia tiene como protagonista al príncipe Rodolfo (1858-1889), el único hijo varón de la emperatriz Isabel de Austria, conocida popularmente como «Sissi», que hoy es el centro de una exitosa serie dramática emitida por Netflix, «La Emperatriz«.
El príncipe heredero del imperio austrohúngaro tenía 30 años cuando murió con su amante, la baronesa María Vetsera, de 17 años, en su pabellón de caza en los bosques vieneses cerca de la ciudad de Mayerling.
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Según la versión oficial, los amantes se suicidaron, pero las circunstancias de sus muertes siguen siendo un misterio.
El trágico asunto inspiró desde entonces varias películas, series, novelas, ballets y obras de teatro. Pero cuando el imperio austrohúngaro se derrumbó, al final de la Primera Guerra Mundial, la dinastía Habsburgo se llevó consigo todos los secretos que rodearon el drama.
La verdad sobre Sissi, la emperatriz que se creía perseguida por una maldición
Un príncipe popular, liberal y culto que no era del agrado de su padre
Rodolfo era el popular heredero del emperador Francisco José y la emperatriz «Sissi». Se hizo rápidamente célebre por sus aventuras nocturnas y por una conducta que chocaba con la personalidad de la corte de Viena, conocida como la más religiosa y estricta del siglo XIX.
Se decía que Rodolfo era un hombre sensato, culto y serio, que hablaba varios idiomas y que era «profundamente consciente de sus responsabilidades«, según The New York Times. También había viajado mucho al extranjero, donde formó algunas de sus opiniones políticas.
Pero las ideas reformistas y liberales de Rodolfo hicieron que recibiera muy poco afecto de su conservador padre y sus admiradores eran más cercanos a los de su madre. Para evitar problemas, el emperador lo excluyó de los asuntos de gobierno.
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Cuando llegó a la adultez, el emperador Francisco José encargó encontrar esposa para su descarriado hijo y, con la oposición de la emperatriz Sissi, los cortesanos pusieron su mirada en las hijas del rey Leopoldo II de Bélgica: Luisa, Estefanía y Clementina.
Agobiado por el dolor por la muerte de su único hijo varón, Leopoldo II se había alejado de sus hijas y solo se interesó por ellas cuando los diplomáticos y cortesanos lo convencieron de que las tres podían ser muy útiles en el juego de la política matrimonial internacional.
Y no eran pocos los que querían emparentar con la dinastía belga: gracias al Congo, su colonia personal, Leopoldo II era el hombre más rico de su tiempo.
«¡Pobre Rodolfo! Su mujer tiene la delicadeza de un dragón»
La elegida para Rodolfo fue la princesa Estefanía, pero el matrimonio careció del ingrediente llamado amor. Fue una típica unión dinástica, concertada por razones de estado más que por gusto personal, y ninguno de los contrayentes fue consultado sobre si deseaba casarse.
En marzo de 1880, Rodolfo viajó a Bruselas por invitación de Leopoldo II para conocer a su prometida. Después, le escribió ingenuamente a su madre que había encontrado lo que estaba buscando y que le pidió matrimonio a Estefanía.
Leopoldo II estaba feliz: ¡su hija sería emperatriz! Pero no estaba muy feliz la futura suegra de Estefanía, la emperatriz Sissi, quien recordó el caso de la princesa Carlota de Bélgica, que se casó con Maximiliano, el hermano de Francisco José que fue coronado emperador de México y después ejecutado por los revolucionarios.
«¡Ese matrimonio es una locura! ¡Bélgica ya le trajo una mala suerte a los Habsburgo!«, exclamó Sissi.
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Tras la boda en 1881, llegó el primer fiasco: con 17 años, Estefanía era apenas una niña y aún no había llegado a la pubertad y hubo que esperar un largo tiempo para que pudiera mantener relaciones sexuales con su experimentado marido.
En Bélgica, nadie se había encargado de brindar a Estefanía instrucciones sobre relaciones humanas, clave para cumplir con su papel como productora de herederos.
Estefanía también encontró grandes dificultades para ser aceptada por la corte imperial, especialmente por Sissi. Obesa, descuidada, sin elegancia ni clase, casi no tenía nada que pudiera interesar al cosmopolita Rodolfo.
Según la condesa Maria Larish, Estefanía tenía «cabellos opacos, rubios y muy mal peinados» y además era «muy alta (un metro setenta y seis) y una silueta deplorable«.
La condesa Festetics opinaba: «La princesa no es tímida en absoluto; es muy banal y tiene un comportamiento muy extraño». Otro miembro de la corte vienesa se compadeció del archiduque al conocer a su novia: «¡Pobre Rodolfo! Su mujer tiene la delicadeza de un dragón».
Los primeros años de matrimonio parecen haber sido armoniosos, pero 1883 fue un año de inflexión: Estefanía, de quien se esperaba que fuera madre de un varón, dio a luz a una niña llamada Isabel y la desilusión de la corte imperial fue absoluta.
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Rodolfo contagió a su esposa una enfermedad venérea y se hizo adicto al opio
Profundamente decepcionado con su esposa, el príncipe Rodolfo empezó a ahogar penas en compañía de prostitutas y entregándose por completo a la bebida. Sus escándalos amorosos y sexuales eran la comidilla de la alta sociedad de Viena.
La policía secreta seguía los pasos del heredero e informaba de todo al emperador: desde sus aventuras en los cabarets y prostíbulos de Viena, hasta los contactos con liberales, masones, republicanos y cualquier personaje con ideas contrarias a la política imperial.
Cuando Rodolfo contagió a su esposa una enfermedad venérea, posiblemente la sífilis, la relación llegó a su punto más dramático y se pensó en una histórica separación.
Bajo el más absoluto secretismo, los médicos trataron al heredero con drogas comunes como el opio y el mercurio, sustancia que en grandes dosis conduce a la inestabilidad mental.
Estefanía permaneció ignorante sobre los verdaderos motivos de la enfermedad de su esposo y sólo cuando ella misma desarrolló síntomas de una enfermedad de transmisión sexual, la verdad cayó como un rayo.
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Para Estefanía, las consecuencias de la infección resultaron desastrosas, ya que quedó estéril e incapaz de proporcionar un heredero varón para la corona austríaca. Sintiéndose traicionada por Rodolfo, desarrolló un profundo odio por él.
El matrimonio esencialmente terminó tras esta tormenta, cuando Estefanía tenía 24 años, y ambos se arrojaron a los brazos de sus respectivos amantes.
Tres meses antes de su muerte, Rodolfo conoció a la joven baronesa María Vetsera, de 17 años, un encuentro que fue «cuidadosamente organizado» por ella, quien, según se dice, había jurado «conquistar a Rodolfo«.
Rodolfo le dio un anillo de hierro, para llevar en una cadena alrededor de su cuello, que tenía las iniciales de una frase que traducida al inglés decía «unidos en el amor hasta la muerte».
El «Drama de Mayerling»: ¿pacto suicida de dos amantes o asesinato político?
La salud mental del archiduque se debilitó rápidamente y el 30 de enero de 1889 ocurrió lo impensable: junto con María, se suicidó en el pabellón de caza imperial de Mayerling. El llamado «drama de Mayerling» conmocionó a Europa.
Los cuerpos de la baronesa y del archiduque heredero fueron encontrados en una cama cerca de un arma de fuego, pero las circunstancias exactas de su pacto suicida continúan siendo un misterio hasta nuestros días.
Algunos teóricos afirman que Rodolfo -de quien se dice que tuvo una fascinación mórbida con la muerte poco antes de su propio fallecimiento- le disparó a María al amanecer antes de suicidarse algunas horas después.
Otros afirman que Rodolfo y María se mataron entre sí, y más aún creen que ambos fueron asesinados mientras dormían y que luego se manipuló la escena del crimen para que pareciera un doble suicidio.
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Unas horas antes de los disparos, el príncipe Rodolfo le había escrito a Estefanía: «Te ves libre de mi funesta presencia. Sé buena con la pobre pequeña, ella es todo lo que queda de mí. Voy tranquilo hacia la muerte«.
El informe de la autopsia difundido en la prensa vienesa decía que Rodolfo y Vetsera se habían suicidado juntos y que «el acto fue llevado a cabo en un estado de aberración mental». Pero la sospecha de una conspiración política persiste hasta nuestros días.
Las cartas de despedida de la baronesa, dirigidas a su madre, hermano y hermana, fueron descubiertas en una bóveda de un banco de Viena 125 años después de su muerte, por empleados del banco que estaban limpiando la bóveda.
«Por favor, perdóname por lo que he hecho, no pude resistirme al amor«, escribió la baronesa a su madre, Helen Vetsera. «De acuerdo con Él, quiero ser enterrado junto a Él en el cementerio de Alland. Soy más feliz en la muerte que en la vida«.
Pero a pesar de sus deseos, los amantes no fueron enterrados juntos.
Una autopsia concluyó que María había muerto por suicidio, y su cuerpo fue retirado para un entierro secreto. Para garantizar que su viaje fuera discreto, se dice que vistieron el cuerpo para que pareciera que estaba viva y le colocaron un palo debajo del vestido.
Rodolfo recibió sepultura en la Cripta Imperial de la Iglesia de los Capuchinos en Viena, pero para ello fue necesario manipular un certificado médico que decía que no era responsable de sus acciones en el momento en que se suicidó.
«Rodolfo fue asesinado y que este asesinato fue político», dijo la última emperatriz de Austria
Los rumores sobre la inestabilidad de Rodolfo habían existido durante años antes del aparente pacto suicida. Algunos historiadores apuntan a que tenía «la tendencia bávara» -heredada de su madre-, marcada por el consumo excesivo de alcohol y depresión.
Las cartas del príncipe Felipe de Coburgo (cuñado de Rodolfo) a la reina Victoria incluso sugirieron que una caída de su caballo podría haber «provocado un desorden en su cerebro».
Muchos cuestionan todas estas teorías, y algunos llegan a sugerir que María y Rodolfo fueron asesinados como parte de un complot para silenciar al príncipe heredero luego de su supuesta negativa a participar en un complot que habría llevado al asesinato de su padre.
Esta reivindicación fue defendida firmemente por la emperatriz Zita, la viuda del último emperador austríaco, cuando tenía más de 90 años.
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«La verdad es que el archiduque Rodolfo fue asesinado y que este asesinato fue político«, dijo. «En nuestra familia siempre hemos sabido la verdad, pero Francisco José hizo jurar a todos los que estábamos al corriente del crimen que nunca dirían nada«.
Los restos de María fueron robados del cementerio de Heiligenkreuz, donde fue enterrada en 1992, y, una vez localizados, se comprobó que no había nada en su cráneo que indicara que había recibido un disparo en la cabeza, sino que su muerte se debió a golpes violentos.
Estudios posteriores de los restos de Rodolfo también sugirieron evidencia de una gran lucha antes de morir, y mostraron que las seis balas disparadas en el presunto doble suicidio vinieron de un arma que no le pertenecía.
¿Y qué pasó con Estefanía? Cuando quedó viuda los 24 años, a Estefanía se le permitió seguir viviendo en la corte de Austria y conservar su rango y su pensión pero lo perdió todo cuando se enamoró de un conde de la baja nobleza húngara. Su padre reaccionó con furia y el emperador Francisco José la expulsó de Viena. A ella no le importó y se mudó con su nuevo marido a Hungría.