lunes, 16 junio, 2025
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Día del Padre. El silencio cómplice ante la deuda estructural con la equidad de género

Llega el Día del Padre y el mercado se llena de publicidades que exaltan una imagen idealizada de la paternidad. Pero en la vida real, la paternidad muchas veces brilla por su ausencia. Y el Estado no solo lo permite: también conspira para sostener ese abandono.

En Argentina, la corresponsabilidad en las tareas de cuidado está lejos de ser una realidad. Los hogares monomarentales no son la excepción, sino la regla. Más del 52% de las mujeres cargan con la sobrecarga del cuidado en soledad, mientras más del 68% de los padres que deben alimentos no pagan. Y los pocos que sí desean ejercer una paternidad equitativa no cuentan con el acompañamiento del sistema legal ni laboral.

La legislación sigue anclada en un modelo patriarcal. En la mayoría de los casos, los trabajadores del sector privado tienen apenas dos días de licencia por nacimiento, como si su rol se agotara en cortar el cordón. ¿De qué corresponsabilidad se habla, entonces?

Mientras tanto, el capitalismo se encarga de maquillar esta desigualdad estructural. Nos dice que es “el día del padre”, pero oculta que las mujeres siguen relegadas en el mercado laboral, empujadas a trabajos feminizados, precarizados y mal remunerados. Se ignora deliberadamente la violencia económica que implica asumir tareas de cuidado sin compensación, sin descanso y sin reconocimiento.

Las consecuencias son devastadoras. Según la EPH, el 52% de los hogares monomarentales está bajo la línea de pobreza. Madres que no solo crían solas, sino que hacen malabares para garantizar lo básico: comida, abrigo, educación, salud.

Mientras tanto, el Estado no actúa. No hay sanciones reales. No hay políticas públicas que reparen. No hay voluntad política de reconocer que el no pago de la cuota alimentaria o el desentendimiento del cuidado es una forma sistemática de abandono, castigo y disciplina miento hacia las mujeres.

Y no se trata solo de dinero. Se trata de tiempo, de salud mental, de oportunidades truncas. Las madres solas dejan de estudiar, de trabajar, de cuidarse. Pagan con su cuerpo y con su vida lo que los varones eligen no asumir.  Y eso también es violencia. Violencia legitimada por un sistema que nos hace creer que maternar es obligatorio y solitario, y que paternar es optativo.

No alcanza con un abrazo ni con un posteo una vez al año si no hay alimentos, abrigo, educación ni techo garantizado.

Este Día del Padre, no vamos a felicitar a quienes “ayudan” como si fuese un gesto heroico. Vamos a denunciar a los ausentes, a los que esconden ingresos, a los que desaparecen detrás de excusas, changas o cuentas en negro. Porque ser padre es una tarea cotidiana, económica, emocional y concreta. No es un rol simbólico.

Este domingo, mientras algunos brindan por ser padres, millones de mujeres estarán calculando cómo llegar a fin de mes, una vez más, sin ayuda, sin justicia y sin descanso. Y esto no es una anécdota individual: es un problema que exige respuestas estatales urgentes.

Ser padre no es un privilegio ni una medalla: es una responsabilidad. Y quien no la asume, no merece ese título.

Abrazamos a quienes sostienen. A quienes crían con dignidad en medio del abandono. Y exigimos una política pública feminista, que repare, redistribuya y transforme esta realidad. Porque el cambio social no va a venir de la mano de gobiernos que profundizan las desigualdades y los estereotipos de género. Va a venir de nuestra lucha organizada, del hartazgo que se convierte en acción.

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