“Hay que pasar el invierno”, repetía un conocido economista libremercadista de la segunda mitad del siglo pasado, Álvaro Alsogaray, metafóricamente “tío abuelo” de Javier Milei y “tío” de Carlos Menem, a quien en los 90 le aportó el 10% de los votos de su partido de derecha –UCeDé– y contribuyó a transfundirle 100% de confianza de aquellos mercados.
No solo este invierno debe pasar LLA, ya más difícil le fue pasar el invierno de 2024, sino varios inviernos a toda la sociedad argentina para llegar a fin de esta década, habiendo solucionado el mayor problema de nuestra economía que no es la inflación (ella es una de las consecuencias) sino la recurrente falta de dólares cada vez que se crece. Cuándo se podrán resolver para siempre las restricciones a la importación pudiendo exportar el doble que hoy, al sumársele a las exportaciones actuales la maduración de las inversiones en minería y Vaca Muerta esté al máximo.
El superávit que dio credibilidad a Milei ante el FMI tiene como mártires a los jubilados
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Consciente o inconscientemente Javier Milei confunde el superávit fiscal con el superávit comercial. Que no haga falta imprimir más pesos (proporcionalmente, claro) no quiere decir que no siga haciendo falta más dólares y que precisemos un superávit comercial (dólares no pesos) sin que para lograrlo se ahogue la economía haciendo un torniquete sobre las importaciones virtuosas o se ahoguen la inversiones externas por impedir el envío de dividendos.
Pero sorprendió esta semana tras la aprobación en el Congreso del DNU que autorizó al Gobierno a cerrar cualquier acuerdo con el FMI un informe súper optimista del mayor banco de los Estados Unidos J.P. Morgan, heredero de la banca Morgan, la primera empresa del mundo en superar los mil millones de dólares de capital a fines del siglo XIX y símbolo del capitalismo desde entonces, al punto que, previo a la crisis de fines de la década del 20, los anarquistas colocaron una bomba en sus oficinas de Wall Street matando a decenas de personas e hiriendo a centenas. Hasta el riesgo-país es un indicador creado por el J.P. Morgan.
Eufórico el informe del J.P. Morgan pronosticó una recuperación en “V” para la economía argentina despejado el acuerdo con el FMI. El autor del informe es el economista jefe para América Latina del banco, el economista uruguayo Diego Pereira, para quien “tan relevante como la cantidad de recursos dirigidos a capitalizar el Banco Central, es la consistencia del arreglo cambiario a futuro”.
Confiando tanto en el progresivo crecimiento de las exportaciones a partir de 2026 y en 2025 porque la liberación del cepo generará un incremento sustancial de las inversiones externas, sostuvo que “el nuevo nivel de reservas netas luego de la capitalización debe ser considerado como un piso, sobre el cual se deben generar ganancias genuinas de reserva” para concluir que “este enfoque está respaldado por un superávit fiscal, una rápida recuperación de la actividad y el consumo y una tendencia a la baja de la inflación subyacente”.
El “subyacente” remite al estilo de lenguaje de Milei con “endógeno” o “externalidades” y recuerda que Caputo trabajó en el J.P. Morgan.
Todos los economistas coinciden en que Argentina dentro de cuatro años duplicará sus exportaciones, la discusión es cómo ir llegando allí. El puente en 2024 fue el blanqueo, en 2025 sería el nuevo crédito del FMI, en 2026 las inversiones del RIGI ya liberado el mercado cambiario, y en 2027 la maduración del aumento de las exportaciones. Si cada uno de esos puentes pudiera hacer coincidir el final de uno con el comienzo del otro, se daría el optimista pronóstico del economista jefe para América Latina del J.P. Morgan también de corto plazo, pero si así no fuera nada cambia el optimismo de largo plazo –fines de esta década: cuatro años– por lo que el gran desafío para todos los argentinos y sus empresas es, en el peor de los casos, garantizarse poder resistir cuatro años más a los casi quince años que ya llevan de falta de crecimiento económico, salvo períodos puntuales de poco más de un año durante la segunda presidencia de Cristina, la de Macri y la de Alberto Fernández.
Las empresas argentinas podrán tener el doble de valor en 2029 y los salarios recuperarse como lo hicieron entre 1992 y 1995, o entre 2004 y 2007 con la ventaja de depender no ya de un stock de dólares que se acaba, como “las joyas de la abuela”: la venta de las empresas públicas que se privatizaron durante la convertibilidad, ni de un viento de cola coyuntural del aumento del precio de las commodities como en la década ganada en toda Sudamérica, sino de un flujo constante de ingresos de exportaciones que aumentan no de precio sino de volumen y diversidad.
Como ya otras veces mencionamos, a quien le toque presidir Argentina entre el 10 de diciembre de 2027 –prácticamente 2028– y 2031 gozaría de un renacimiento sostenido de nuestra economía.
Los frutos a ser cosechados entre 2026 y 2029 no los disfrutarán los mayores aportantes
Claros y oscuros de la economía argentina: una semana donde el Banco Central tuvo que vender más de 1500 millones de dólares para comprar los pesos de quienes hicieron la bicicleta del carry trade y, al mismo tiempo, a pocos años más, un horizonte promisorio. Paradoja justo para los únicos que no podrán disfrutar de esa bonanza: los jubilados cuyo sufrimiento fue protagonista del centro de la agenda política con las dos manifestaciones de los miércoles, la pacífica de esta semana y la violenta de la anterior.
Dado que el aporte más significativo al superávit fiscal que le da sustento a las aprobaciones del Fondo Monetario y el J.P. Morgan del plan de Javier Milei, es la pérdida de ingresos que sufrieron los jubilados, el optimismo de mediano plazo hace más necesario que el Gobierno encuentre alguna forma de “reparación histórica” como realizó el PRO durante la presidencia de Macri.
Los jubilados que vayan terminando sus vidas antes de 2029 serán mártires como los fallecidos durante el coronavirus del que ayer se cumplieron cinco años de la oficialización de aislamiento con el que se combatió la pandemia. No merecen otro martirio más.