Las naranjas de Egipto –uno de los principales exportadores del mundo- llegaron al Mercado Central de Argentina promovidas por la política de desregulación del mercado impulsada por el presidente Javier Milei. La situación representa una amenaza para pequeños productores. Los cambios en los hábitos de consumo pueden llevar a desplazar la producción local por importada a precios más altos, contrariamente al espíritu de la política de promoción de importaciones que esbozó el ministerio de Economía.
La importación de alimentos para bajar los precios no es una política novedosa. La aplicaron varios gobiernos con distintos grados de protección sobre la producción local y también de duración. El último ejemplo puede encontrarse en la gestión de Sergio Massa al frente a la cartera de Economía: se promovió la importación de una canasta de productos con arancel cero, pero las operaciones eran monitoreadas por la Secretaría de Comercio. Se había puesto en marcha la Unidad de Seguimiento, Trazabilidad y Promoción de las operaciones de comercio donde confluían distintos órganos del gobierno.
Esa situación difiere del andamiaje legal e institucional en que se basa la “promoción” de las importaciones de alimentos del gobierno actual, y por eso las organizaciones sociales con presencia en el territorio rural se encuentran bajo alerta. Hace tiempo reclaman más presencia del Estado en las cadenas productivas de los alimentos, “eliminando la intermediación en la venta de dichos productos o los abusos de distribuidores y comercializadores que son las grandes empresas del sector”. Es, justamente, lo contrario de lo que tiene para ofrecer el gobierno libertario.
Las naranjas egipcias entraron al país sin ningún tipo de control, “para que bajen los precios en una cadena donde los intermediarios que pueden guardar la fruta en cámaras de frío durante meses manejan los precios como quieren”, sostiene Juan Pablo della Villa de Federación por la Soberanía.
En vez de regular a los grandes jugadores de la cadena de valor para que la logística y comercialización no esté concentrada en un puñado de pocas y grandes empresas, el gobierno decide importar cítricos desde otro país que también tiene una posición monopólica en el comercio internacional.
Se cosechan cítricos dulces en cinco provincias de Argentina -Entre Ríos, Corrientes, Misiones y Formosa y Buenos Aires- donde ahora la producción se ve amenazada. “Los precios no van a bajar, porque la naranja importada es más cara y la local no baja, porque el precio de la luz aumentó y también la nafta, considerablemente”, explica della Villa.
Según la Federación por la Soberanía, mientras el cajón de naranjas ronda entre 16.000 y 20.000 pesos en base a la oferta local, las importadas tienen un costo aproximado de 24.000 pesos.
“Al encontrar cajones importados en el Mercado Central, entendemos que ingresó una carga importante, no es fruta proveniente de Paraguay u otro país limítrofe que podés cargar en un camión o traer un pallet, estamos hablando al menos de un container”, explica el representante de la federación. «Lo que el país necesita es reforzar la presencia del Estado en la cadena de producción de alimentos, altamente concentrada y muchas veces poco tecnificada o ineficiente, dadas las condiciones de producción de supervivencia de los pequeños productores o campesinos del país”.
Con la importación, la producción local no mejora sino que se destruye y eso tiene consecuencias difíciles de revertir. “Si cierra una planta de empaque de manzanas en Río Negro, por ejemplo, ese entramado desaparece: las máquinas quedan obsoletas, se pierde el oficio, los jóvenes se van de la región y el mercado se acostumbra a otra cosa”, describe.
El caso actual recuerda al de la banana ecuatoriana que ingresó al país en la década de 1990. Hasta entonces el mercado interno era abastecido en un 80 por ciento por producción local. Hoy es magra esa actividad, en las regiones de Salta, Jujuy, Formosa y Misiones. La producción es muy poco tecnificada, la fruta se golpea y se mancha, no existe el cablecarril para su desplazamiento ni buenas condiciones para su empacamiento. Aunque es más sabrosa, se vende menos que la ecuatoriana: la pelea simbólica por «la banana perfecta» en desmedro de la manchada fue una construcción comercial, promovida por los lobbies importadores. Algo similar podría ocurrir con los cítricos dulces casi treinta años después.