La conformación de un ecosistema de empresas de cuño técnico y tecnológico en el ámbito de la energía nuclear, con capacidad de exportar productos y servicios, es resultado del desarrollo impulsado por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), destacó su presidenta, Adriana Serquis, quien puso como ejemplo los «1.000 contratos» entre ese organismo y firmas privadas y mixtas para la construcción del reactor Carem.
En el Carem -el primer reactor nuclear de potencia íntegramente diseñado y construido en la Argentina- «hubo 1.000 contratos hasta ahora con empresas, y eso significó que haya un montón de pequeñas empresas del área metalmecánica, del área eléctrica, del área de construcción, etcétera, que van generando conocimiento y componentes calificados», sostuvo Serquis en una entrevista con Télam.
«Lo que buscamos es que se vayan desarrollando pequeñas empresas que sean capaces de generar esos componentes» y así apuntalar la capacidad de producción del sector, ya que -aseguró la especialista- «una de las cosas que en este momento en el mundo están mirando con más detalle es la posibilidad de generar toda la cadena de suministros».
Esto permite «proveer en tiempo y forma lo que sea necesario», y a la vez «significa una cantidad de empresas enorme», valoró la titular de la CNEA.
El desarrollo de energía nuclear en el país -que tuvo un hito destacado en 1983, cuando Argentina anunció que había logrado enriquecer Uranio y así, dominado el ciclo atómico-, fue cimentando a lo largo de los años el conocimiento y la experiencia para generar capacidades científicas e industriales con tecnología de punta.
Hoy en día el sector nuclear, con sus empresas asociadas, emplea a alrededor de 10.000 personas, aunque se estima que la cifra es mayor dado que se trabaja con una importante cantidad de firmas contratadas y subcontratadas.
Más allá de los reactores nucleares, la CNEA ofrece una amplia gama de servicios vinculados que van desde el análisis de materiales de uso industrial a estudios para certificar que un alimento está libre de contaminación radiactiva o la producción de radioisótopos de uso médico, la fabricación de paneles solares o sensores de uso espacial.
Y muchos de los profesionales que se desempeñan en estas áreas son egresados de los propios institutos de la CNEA, como el Balseiro, el Sabato y el Beninson, que ofrecen carreras relacionadas a la tecnología nuclear que no se dictan en otros lugares.
En lo que respecta a las ventas al exterior, por ejemplo la empresa mixta «Conuar-FAE (Combustibles Nucleares Argentinos) ya está exportando materiales con calificación y estampa nuclear a otros países, como Canadá o China», señaló Serquis.
Y puso en dimensión lo que significa que Argentina venda estas tecnologías a China, «que tiene todo el desarrollo, porque podemos hacer cosas específicas, que quizás no es necesario hacerlas en grandes producciones pero como tienen un valor tecnológico agregado enorme, por ahí lo podemos hacer nosotros, porque tenemos el conocimiento y podemos hacer la fabricación a medida».
«Todos esos desarrollos que se fueron haciendo durante todos estos años hacen que podamos estar calificados como un país capaz de proveer tecnología con componentes con agregado tecnológico muy importante, que muy pocos países pueden hacer», subrayó.
Este tipo de exportaciones tiene su correlato en la generación de divisas: por ejemplo, la venta a Australia del reactor OPAL, realizada por la empresa rionegrina Invap en 2006 por 200 millones de dólares, fue la mayor exportación de tecnología llave en mano de la historia argentina, según dio cuenta el investigador Diego Hurtado en un artículo publicado el año pasado.
Sin embargo, ese monto representa la mitad del precio con el que se venderá a Países Bajos el reactor Pallas, un emprendimiento iniciado en 2018 pero que debido a los vaivenes de la coyuntura, fue retomado nuevamente este año por Invap.
«Será un reactor similar al que se hizo en Australia y similar al RA-10, que están construyendo en Ezeiza. De estos dos aprendizajes es que se gana la licitación para construir el reactor en Países Bajos», explicó Serquis.
Además de esas ventas a Australia y Países Bajos, Argentina ha exportado desde finales de la década del ’70 reactores nucleares a Perú (en dos ocasiones), a Argelia, a Egipto y a Brasil.
Entre sus diversos desarrollos, Invap en los últimos 10 años realizó exportaciones por un valor estimado en 1.500 millones de dólares, graficó Serquis, y dijo que según estimaciones de la CNEA, «exportar una de las centrales nucleares que implicarían cuatro Carem de 120 en una pequeña central de 480 MED, puede dar 4.000 millones de dólares, cada una».
El Carem es un «reactor modular pequeño» que se desarrolla en el país, con tecnologías nuevas y que se espera que esté funcionando para 2028.
«Vamos a ser uno de los primeros países que pueden demostrar esta tecnología», sostuvo la presidenta de la CNEA, y detalló: «Hay más de 80 proyectos en el mundo, pero hay solo dos en construcción y uno es el nuestro. Hay dos que están ya funcionando, pero que en realidad son reactores grandes hechos en pequeño, no con tecnología nueva como es el Carem».
Uno de los ejes que está trabajando la Comisión para incrementar las exportaciones es el de los acuerdos estratégicos comerciales, para lo que hacía falta «tener un plan de negocios propio y una evaluación económica, que nos dio muy bien», señaló Serquis, en relación al trabajo que se estuvo haciendo con economistas de la Universidad de San Martín y con la Secretaría de Asuntos Estratégicos.
El resultado es «un plan económico que es muy razonable y nos da costos muy buenos y muy competitivos a nivel mundial», afirmó Serquis, y avizoró: «Creemos que es una de las grandes oportunidades que tenemos como país».