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Tango Zen: hablamos con el exingeniero de la NASA que fusiona el baile con la meditación

Chan Park, experto en electrónica para aviación y energías renovables, ahora se aboca al cruce entre la danza y la introspección. “Hay principios compartidos entre los milongueros y los maestros Zen”, dice.

Uriel Bederman

31 de julio 2023, 05:42hs

Chan tiene 63 años y actualmente reside en Alemania; este mes estará en Argentina. (Foto: Michel Robert)

Chan tiene 63 años y actualmente reside en Alemania; este mes estará en Argentina. (Foto: Michel Robert)

El álbum fotográfico de Chan Park refleja versatilidad. Las primeras imágenes lo muestran en Seúl, su ciudad natal; las que siguen en las instalaciones de la NASA, en Estados Unidos; otras en una estadía en Buenos Aires; y luego en recorrida por el mundo con una singular fusión, que conjuga la meditación con una de las expresiones culturales argentinas más emblemáticas. A esa mixtura la llama “Tango Zen”.

“La pista de baile se convierte en un espacio para dejar que las emociones fluyan libremente, ofreciendo una liberación catártica de nuestras mentes analíticas y sobreactivas”, dice en diálogo con TN Tecno el hombre de 63 años. “Eso refleja la tranquilidad que a menudo buscamos en la meditación, donde aspiramos a encontrar paz y estabilidad”, explica el surcoreano, que obtuvo una maestría en Ingeniería Electrónica antes de incorporarse a la agencia espacial estadounidense.

– ¿Cuál fue su trabajo en la NASA?

– Estuve allí 17 años. Comencé en 1990 como ingeniero de Aviónica de Vuelo. En este rol, lideré un equipo responsable de desarrollar subsistemas para misiones de servicio de satélites. También participé en el diseño de herramientas eléctricas para actividades extravehiculares de astronautas. En 1996, asumí un nuevo rol, diseñando programas educativos relacionados con la tecnología de la NASA, ayudando a inspirar a una nueva generación de exploradores espaciales.

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Para 1998, me había trasladado al rol de asesor de patentes, con el objetivo de proteger la propiedad intelectual de la NASA. Luego, en 2004, acepté el desafío de convertirme en ingeniero de proyectos, colaborando para optimizar las misiones espaciales. Además, me encargaron el diseño de instrumentos electrónicos. Continué en esta posición hasta el final de mi tiempo en la NASA en 2007.

– Usted también se ha enfocado en las energías renovables…

– Sí. De 2013 a 2017 tuve el privilegio de trabajar como Investigador Senior en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Zúrich ZHAW, ubicada en Winterthur, Suiza. Me enfoqué en la organización de procesos para agilizar la investigación de aspectos técnicos y económicos de almacenamiento de energía y redes inteligentes. Además fui mentor dentro de la universidad. Supervisé y guié a los estudiantes en su investigación sobre el almacenamiento de energía.

«Un baile es como una conversación silenciosa que sucede entre la pareja, que implica una conexión equilibrada, al igual que la meditación promueve una profunda conexión con uno mismo», dice Park. (Foto: Manuel Vargas Lépiz)

– En esa trayectoria profesional, ¿cómo llegó a vincularse con Argentina y el tango?

– En el Centro de la NASA en Maryland teníamos varios grupos. Uno de ellos se dedicaba al baile de salón, al que me uní en 1997. Aprendí todos los bailes sociales, incluido el tango. Comprendí que había algo más de lo que se ve a simple vista. Además de tomar otras clases y asistir a talleres, observé e imité a otros. En aquel entonces, los materiales de aprendizaje se limitaban a cintas VHS desgastadas, que yo atesoraba. Perfeccioné mi baile; luego comencé a enseñar en casa y en el extranjero.

– ¿Recuerda el momento en el que entrevió las conexiones entre el tango y la meditación?

– Tango Zen se remonta a un momento de profunda revelación que tuve mientras asistía a una milonga en Estados Unidos. Intrigado por una pareja que observé bailando con los ojos cerrados, decidí probar lo mismo. Experimenté un despertar. Aunque estaba físicamente presente, mi mente, liberada por el ritmo y el movimiento, había escapado de los límites de la lógica, transportándome a un reino completamente diferente. Esta experiencia profundamente introspectiva y trascendental inspiró la idea.

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Me di cuenta de que la intimidad y la fluidez del tango podían abrir puertas a un estado mental meditativo. Bailar con los ojos cerrados puede parecer desafiante inicialmente, pero tiene menos que ver con el aspecto visual, y más con el uso de la intuición y con una sensación de confianza entre el cuerpo y la mente. Esto facilita la transición de una mente analítica incansable a una más intuitiva y libre, capaz de percibir más allá de lo obvio. Articular esta experiencia no es tarea fácil. Es algo que uno tiene que vivir personalmente para entender realmente.

– Además de aquello que menciona, ¿qué otros aspectos comparte este baile con la introspección meditativa?

Durante mi “viaje” por el tango, he tenido el privilegio de observar a numerosos milongueros y noté principios compartidos con los de los maestros Zen. Para empezar, ambas disciplinas subrayan la importancia de la práctica constante. Además, destacan la importancia de permanecer completamente presentes en el momento dado. La simplicidad y el minimalismo son muy valorados en ambas prácticas, rechazando adornos innecesarios en favor de la esencia pura. Por último, es evidente el profundo sentido de humildad y respeto en las respectivas prácticas.

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Al desplegar nuevamente su álbum de fotos, nos asalta otra tentación: indagar si encuentra en el tango meditativo lazos con su experiencia en la NASA. Park responde con una anécdota. “En diciembre de 1993, yo estaba en las instalaciones de la agencia en Houston, ofreciendo soporte para el Telescopio Espacial Hubble. Al observar a los astronautas ejecutando sus tareas en tiempo real a través de los monitores, sentí una abrumadora sensación de conexión con el infinito espacio que se desplegaba ante mis ojos”, recuerda.

“Esa profunda experiencia me llevó a una búsqueda de mayor comprensión y marcó el comienzo de un viaje que me llevaría a encontrar un terreno común entre la precisión de la exploración espacial, la fluida expresividad del tango y la calma introspectiva de la meditación”, observa.

Chan Park vislumbró las conexiones entre el tango argentino y la legendaria práctica de la meditación. (Foto: Adobe Stock)

Chan Park vislumbró las conexiones entre el tango argentino y la legendaria práctica de la meditación. (Foto: Adobe Stock)

Esta personalidad polifacética, que ahora reside en Alemania, estará en nuestro país para dictar talleres que proponen, en suelo porteño, examinar las conexiones entre el tango y la meditación. El exNASA asegura que la práctica ayuda a reducir el estrés, a mejorar la salud emocional y física, además de aumentar la autoconsciencia. Para ir agendando y buscar detalles en Google: los próximos encuentros en Buenos Aires se realizarán los días 11, 12, 25 y 26 de noviembre. La convocatoria es abierta al público, independientemente de los conocimientos de baile.

“Cada paso, cada movimiento y abrazo compartido entre los bailarines simboliza un profundo estado de compromiso en el aquí y ahora. Un baile es como una conversación silenciosa que sucede entre la pareja, que implica una conexión equilibrada, al igual que la meditación promueve una profunda conexión con uno mismo”, cierra Park. Los interesados en conocer más antes de noviembre pueden echar una mirada al libro de su autoría, Tango Zen: Walking Dance Meditation, también disponible en español.

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