Lo dice un Estudio del Observatorio Social de la UCA. Tener un empleo formal dejó de ser garantía de un sueldo digno.
“Tener un trabajo no es garantía frente a la pobreza y eso muestra los límites del mercado laboral en la actualidad como espacio de integración socioeconómica”.
Esta conclusión incluye a los trabajadores formales o registrados, según el Estudio del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. («Trabajadores pobres, características de sus hogares y acceso a sistemas de Asignaciones Familiares»). Los autores son Santiago Poy y Eugenia Dichiera.
El Informe señala que los trabajadores ocupados pobres que son Jefe de Hogares aumentaron del 16,2% en 2017 al 29,5% en 2019 para alcanzar el 30,1% en 2022.
En tanto, en la actualidad el 19,9% de los asalariados formales viven en hogares pobres, mientras entre los informales la tasa casi se duplica (38,4%).
El Informe aclara que “aun cuando un ocupado tenga ingresos por encima de la línea de pobreza individual, la composición de su hogar (en especial, la presencia de menores de edad) y el número de otros ocupados (la llamada “intensidad laboral” del hogar) son determinantes de la situación de pobreza”. Y agrega: “La presencia de niños, niñas y adolescentes (NNYA) en el hogar aumenta significativamente las chances de que un/a trabajador/a viva en condiciones de pobreza“.
El Estudio también señala que “las personas con empleos en el sector informal, con trabajos precarios y con jornadas parciales tienen más chances que el resto de vivir en hogares pobres. Por ejemplo, las personas asalariadas y no asalariadas ocupadas en el sector informal en el periodo 2017-2022 tenían el doble de chances de ser pobres que las personas con empleos asalariados en el sector formal público o privado”.
Otro dato destacado del Informe es que “entre los años 2010 y 2022, se observan leves variaciones en el porcentaje de trabajadores (incluyendo tanto asalariados como cuentapropistas, patrones o empleadores) a los cuales no se les realizaron o no realizaron aportes al Sistema de Seguridad Social: pasó del 47,7% a 49,8% del total de los ocupados .
«La persistencia de la falta de aportes a la seguridad social es otro de los indicadores de los problemas estructurales que debe afrontar el escenario laboral argentino”.
El ascenso de la pobreza entre los trabajadores ocupados tuvo lugar tanto en los momentos recesivos como en los de mayor actividad económica.( pauperización con crecimiento).
En esta realidad de empobrecimiento generalizado de los trabajadores coinciden varios factores:
La inflación ascendente, la pérdida de poder adquisitivo que se inició en 2018 y ya lleva cinco años ininterrumpidos sin revertirse.
El abaratamiento de la mano de obra ya sea por precarización, empleo informal o por convenios acordados por debajo de la inflación, entre otras razones, como condiciones de trabajo.
El encarecimiento de los alimentos, que golpea sobre todo a los sectores de menores ingresos. Luego de la pandemia, este incremento de la pobreza se produjo con más actividad, con más personas ocupadas (bajó la desocupación) y en todas las modalidades laborales, aunque en proporción, subió más entre los asalariados registrados, con descuento jubilatorio, donde uno de cada 5 trabajadores registrados tiene ingresos por debajo de la línea de pobreza. Son poco más de medio millón de trabajadores registrados que viven en hogares pobres en relación a un año atrás.
Según la consultora LCG los salarios reales son un 24,9% inferiores que en noviembre 2017 (último pico). “Mientras que los trabajadores registrados muestran una caída del poder adquisitivo del 20,8% respecto a este último período mencionado, los trabajadores informales resultan los más afectados con una pérdida que casi se duplica, llegando al 41%”.
El Estudio de la UCA concluye que “los hogares con niños tienen mayores demandas de consumo que los demás, y suelen presentar mayores dificultades para incorporar a sus miembros al mercado de trabajo, sobre todo si éstas son mujeres. Esto genera simultáneamente más requerimientos de consumo y menos capacidad de movilizar fuerza de trabajo en el hogar”.
Ademas, «la comparación entre las tasas de pobreza laboral teniendo en cuenta la presencia de niños sugiere que los sistemas actuales de transferencias – como AUH o Asignaciones Familiares AFH- no logran responder a los riesgos socioeconómicos de muchas necesidades de familias con niños/as».
Es que si bien «por sus características en la distribución del ingreso, la AUH tiene un papel más relevante que las AFH», pero «también los límites, de este tipo de instrumentos para la reducción de la pobreza laboral en un contexto de pérdida de poder adquisitivo de los ingresos laborales».